lunes, 29 de febrero de 2016

"¡Mamá, yo no quiero ir al cole!"- Pablo (7 años)


Mi segunda entrada va a tratar acerca de aspectos que me han llamado la atención en la conferencia vista en clase de Francesco Tonucci  y algunos textos complementarios:



Otra cosa no podemos decir pero nuestro sistema educativo vigente esta anticuado, pese a quien le pese, esta “organización” que ciertos políticos y ministros han creído buena para establecer y que  tanto maestros y estudiantes obedecen no sirve para nada. El primer aspecto que me llamó la atención de la conferencia de Tonucci (¿Cómo puede ser la escuela para el futuro? ) es que si nos paramos a pensar  cómo estudiaban nuestros padres y vemos cómo estudian hoy en día cientos de niños, no hay apenas diferencias.

Tonucci muestra viñetas en las que se ve cómo antes para aprender a leer o escribir, debías copiar lo que el cuaderno de caligrafía te decía. ¿Y qué ocurre hoy en día? Pues lo mismo, no crítico esto, pues es verdad que un niño necesita copiar y repetir en determinadas ocasiones pero, es que en 30 o 40 años no hemos evolucionado apenas nada. 


  • Aquí vemos, como a pesar del tiempo, no hay apenas diferencias. Seguimos utilizando una metodología anticuada e inútil hoy en día. 

Y qué acaba ocurriendo, que las escuelas son las encargadas de matar la creatividad de los niños.  Ken Robinson, un educador inglés, habla acerca de que despertar la creatividad, el ingenio y la imaginación es el instrumento principal de las escuelas. En cambio, hoy en día tenemos escuelas que evalúan según sea capaz de memorizar o no una determinada información. Que premia al niño más inteligente y condena al que le cuesta más.   
                                                                                      
  Tonucci critica cómo las escuelas parecen estar segregadas de forma en la que los niños “listos” y con recursos van a ir pasando y los niños que no tengan estas posibilidades se quedaran fueran. Esto forma de pensar a mí se me relaciona con el propósito de la Ley Educativa actual, por llamarla de alguna manera, esta pretende darle más prioridad a las asignaturas técnicas o más teóricas, en cambio, eliminar por completo asignaturas cómo arte, música o educación plástica. 

¿Qué pasa que aquel niño que quiera estudiar una carrera de arte, tiene menos derecho a aquel que quiera estudiar una ingeniería? 

Pues parece ser que sí, que hay gente que cree que tiene el poder y la formación suficiente para decidir que es más importante para un niño. Y lo que es peor, estamos condicionando su futuro, porque, llegará el día donde tenga que decidir que querer estudiar y cuando diga, por ejemplo: matemáticas, será un triunfador. Pero, si en cambio, dice: bellas artes, pobrecito este, ¿de qué se va a ganar la vida?

Por ello, no nos debe de extrañar que los niños no quieran ir a la escuela y mucho menos acercarse a la educación que esta quiere proponer. Puesto que, en definitiva, es un órgano que le dice qué hacer y cómo hacerlo. Es decir, un maestro te explica un tema, tú debes hacer los ejercicios relacionados a este y luego estudiarlo todo para soltarlo en un examen. Si eres bueno memorizando sacarás una buena nota, en cambio, si te aburres (cosa que es normal) no pasarás este examen y lo que es peor, estarás señalado como una persona que no es inteligente.                          

Y esto es así, la escuela premia al “empollón” y condena al resto. Y ¿qué ocurre? Que todavía no somos capaces de darnos cuenta que ni lo uno ni lo otro está bien. Una escuela es un entorno al cual los niños van a aprender, convivir, relacionarse y sin pensarlo  hemos creado un lugar donde los niños compiten o se critican debido a que notas saque cada uno.

Y cómo dice Tonucci, el fallo es que no se escucha a los niños, pues estos son los que van a aprender. Y sí, no nos interesamos en qué despierta su curiosidad y en qué modo, nunca vamos a poder cambiar el modo en el que se imparte clase. Y aunque todo esto parezca una utopía, porque para poder cambiar el modo de dar clase, hay que eliminar este sistema educativo “sin vocación de futuro”, que más que educar parece que se ha propuesto todo lo contrario.

Y así poco a poco, estaremos más cerca de que los niños se diviertan en el colegio, y en vez de decir “yo no quiero ir a clase porque me aburro”, estén ansiosos por aprender, descubrir, investigar… en definitiva, aprender. 
                                                                                                                       
               



  

1 comentario:

  1. Buena reflexión, Lucía. Integras muy bien en tu relato distintas aportaciones como la de Ken Robinson o mi artículo. No hay más antídoto contra una mala ley de educación que la resistencia de las maestras, de los maestros.
    Sigue trabajando, que así es como llegarás a ser una profesional competente.

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